“Yo quisiera que la muerte de mi hija no fuera en vano, que fuera el último feminicidio de esta ciudad”– fueron las últimas palabras que dijo Marisela ante el tribunal que sancionó al asesino de su hija.
Chihuahua ya era un lugar peligroso en el 2008 que desapareció Rubí Marisol Frayre Escobedo, año en que Chihuahua fue registrado como el estado con mayor número de mujeres asesinadas en México, según los datos que registra el INEGI.
El nombre de Rubí amenazaba con perderse entre los numerosos casos de mujeres desaparecidas, por lo que su madre, Marisela Escobedo decidió que sería ella misma quien buscaría justicia para su hija, junto con otras madres en la misma situación, frente a unas autoridades incompetentes y desinteresadas.
Esta decisión llevó a Marísela Escobedo a una ardua investigación y recaudación de datos en los meses posteriores, hasta dar con el paradero del cuerpo de su hija así como de su asesino.
Sin embargo, el proceso penal que después se presentó no condujo a la conclusión que Marisela Escobedo esperaba, pues durante el juicio las declaraciones de los testigos fueron invalidadas al no estar estos presentes durante el crimen, pese a que coincidieron con la ubicación de los restos y las pruebas forenses de identificación del ADN de Rubí.
Esta medida es una situación común en los problemas de violencia a las mujeres, pues que suelen ocurrir en la esfera privada. Dichas pruebas no fueron presentadas ni juzgadas integralmente, siendo desestimadas y declaradas como insuficientes, incluyendo la confesión del asesino Sergio Barraza, que con el nuevo Sistema de Justicia Penal, dejó de ser prueba determinante.
En el año 2010, a mitad de la Plaza de Armas, frente al Palacio de Gobierno, los Chihuahuenses que ya contábamos con un doliente recordatorio de la situación de las mujeres: La Cruz de Clavos, que cita “Ni una más”, fue testigo de otro doliente feminicidio, el asesinato de Marisela Escobedo.
Marisela se encontraba en un plantón permanente instalado en la Plaza de Armas, exigiendo justicia para su hija el 16 de diciembre, luego de ser ignorada múltiples veces por las autoridades y con amenazas de muerte.
El mismo 16 de diciembre, Marisela Escobedo declaró ese día a la prensa: “Ya me cansé de hacer el trabajo del gobierno, ahora quiero que ellos trabajen; tengo amenazas de muerte, si me van a venir a asesinar, que me maten frente del palacio para vergüenza del Gobierno”. Alrededor de las 20:00 horas de ese día, recibió una bala que derribó su cuerpo a los pies de unas puertas cerradas del poder ejecutivo, terminando con su vida.
Presentes en el plantón se encontraban también su nieta, hermano e hijos, que desde entonces han sido amenazados de muerte, teniendo que migrar a falta de asilo, de este hecho indignante hoy se cumplen 5 años y un mes mas con el tema del feminicidio pendiente en la agenda pública.