Opinión

¿Persecución política…?

Pablo Bernach

De risa o carcajadas resultan la catarata de declaraciones de innumerables priístas, advirtiendo que las denuncias que les ha fincado el gobierno de Corral por corrupción y raterías, “no deben prestarse a una persecución política” contra los priístas.

La democracia y el sistema republicano residen en el diseño del gobierno a partir de la división del poder del Estado, así como la competencia entre los partidos políticos, donde unos a otros se levantan las enaguas para exhibir sus respectivos errores y códigos de rayas.

Los excesos en el manejo del poder por parte de César Duarte mientras afirmaba que “el poder era para poder”, en el caso que hoy nos ocupa, fue para poder enriquecerse y abusar del poder del gobierno estatal, abusos que tienen hoy arrinconado al PRI y a un sin número de priístas que metieron la mano directa o indirectamente en la chequera y los cajones de los dineros estatales.

Los priístas esgrimen el argumento de que las denuncias que les están lloviendo por rateros, constituyen una cortina de humo para esconder la violencia que se ha desatado en Chihuahua, donde casi el 90% de los homicidios están relacionados con el crimen organizado, la producción y trasiego de droga, asuntos criminales que son responsabilidad y competencia del gobierno federal, o sea de la presidencia de la República, o sea de EPN, o sea que son otra tragedia e irresponsabilidad priísta.

En pocas palabras, en el remoto caso e interpretación, de que las denuncias penales contra César Duarte y sus colaboradores y protegidos, todos priístas, se debieran únicamente a una persecución política, habría que darle la bienvenida, después de sus excesos, incompetencia y raterías.

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