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Crónica de un día de compras en la Líber, ¿ya tienes tus regalos navideños?

Estamos en las vísperas navideñas, pero toda la gente sabemos que no es una época cualquiera, porque ahora todo lo que escuchamos es “usa cubrebocas”, “sana distancia”, “no salgas”, “quédate en casa”. Pero, ¿qué sería de Navidad sin las compras de los regalos? Ha sido un año difícil y dar un obsequio mientras miras la expresión expectante de la persona a la que se lo das (aunque sea por videollamada) es tal vez el granito de alegría que necesitamos en este momento.

Pues bien, yo como muchas de ustedes decidí que era momento de ir a ver qué podría obtener para regalar en estas fechas, por lo que era momento de ir de compras. Así que temprano el sábado 19 de diciembre, y muy a mi pesar, me fui al Centro en Bowi en busca de algún detalle económico y que le fuera de utilidad a mis seres amados.

Cuando llegué a la estación de la ruta troncal pensé que era buen augurio que no hubiera mucha gente. En todo este tiempo de pandemia no me había acercado al transporte público, pero sabía que los asientos estaban asignados y tenía la vaga esperanza de que la gente obedeciera esto, por nuestro bien… y no estaba más equivocada.

El Bowi sí que tenía los asientos asignados, en donde son dos hay una calcomanía en uno de los respaldos donde dice “asiento restringido”. Yo me quedé de pie en el pasillo mirando cómo había muy pocos restringidos sin usar, y había personas que ni siquiera iban juntas. Si alguien subía y veía el asiento restringido solo, ahí se sentaba. Al menos el camión no se llenó mucho de camino al Centro.

Al llegar no se veía tanta gente como imagino que hay ahora, así que entré a la primera tienda que me topé para empezar bien con mi día de compras, una de ropa en la esquina de la Juárez, al lado de la estación. Se notaba que acababan de entrar a laborar porque las chicas que ahí trabajan estaban todas ocupadas hablando entre ellas y sólo me vieron cuando entré en espera de la inspección de temperatura y el chorrito de gel sanitizante, pero nada. Así que sólo pasé.

Miré por encima, no me detuve mucho porque no encontré algo que me llenara, y que estuviera dentro de mi ya de por sí limitado presupuesto, así que salí de ahí para dirigirme a la calle Libertad.

Mientras caminaba por la Líber me alegré de haber llegado temprano, no había mucha gente y sólo se veía una larga fila frente a una tienda de telas, la cual ni siquiera había abierto aún, pero las clientas pensaron lo que yo, supongo, tratar de evitar las multitudes.

Llegué casi a la Independencia porque mi meta era entrar en una tienda de ropa para comprar unas playeras. Sabía que ahí encontraría al menos un par de regalos, porque son baratas y tienen bonitos diseños.

Y, ¡oh sorpresa! Ya había una fila muy larga. Esa tienda la abren a las 9 y apenas eran las 9:30, pero admito que es una novedad ya que fue restaurada y le han cambiado el nombre.

Pues bien, con toda la paciencia del mundo y mi meta bien planteada, decidí formarme respetando mi sana distancia de la persona frente a mí… aunque a quienes se pusieron detrás no les importó para nada. Ni al 80% de las personas que se encontraban en esa fila. ¿Ya se les olvidó que estamos en pandemia?

Soy una persona ansiosa ya de por sí, y antes de que todo esto pasara me molestaba mucho que gente desconocida invadiera mi espacio personal. Ahora no sólo me molesta, sino que me da ansiedad al estar pensando en el virus que nos ha traído locura y desesperación a nuestras vidas.

Una vez adentro noté que la fila de la caja atravesaba toda la tienda, y por lo tanto no podría ver las prendas que estaban cerca de ésta, pero pensé que tal vez podría hacerlo mientras avanzaba ya cuando fuera a pagar, así que me concentré en ir a las zonas donde no había clientela.

Sin embargo, de nueva cuenta la gente supongo elige en qué momento molestarse por la Covid-19 y cuándo no. Porque te ven cerca de alguna prenda u objeto, inspeccionándolo, y deciden acurrucarse a tu lado con toda la confianza del mundo hasta casi tomar tu mano y quitarte lo que traigas en ella. ¿Les ha pasado? Sé que sí.

Entre estar alejándome de la gente y no saber qué comprar me decidí por un par de cosas y logré salir de ahí completa, o eso esperaba. Y no volví a entrar a otra tienda, sino que seguí caminando por la zona para ver las vitrinas con adornos navideños y las enormes y muy juntitas filas de gente que deseaba entrar a hacer sus compras.

También noté la enorme cantidad de niños y niñas que andaban por ahí, corriendo, empujando, riendo, con y sin cubrebocas, como si no pudieran ser potenciales portadores y portadoras del virus.

Y en el tema del cubrebocas, aunque en efecto el 90% de la gente llevaba, sólo el 60% lo tenía bien puesto. Pude ver familias enteras, de al menos 6 integrantes, con la nariz descubierta, de la manera más cómoda, como gritando: “Así lo usamos en la familia Sánchez”.

Se acercaba el mediodía cuando decidí regresar a casa y esperar que el Bowi no llevara mucha gente, por fortuna para mi cansada alma así fue. Pude tomar un lugar y poner mi bolsita de compras a un lado, esperando no tener que desenvainar la espada para soltar un: “¡Aquí no, porque es asiento restringido!”. Sólo temía un enfrentamiento digno de película, pero no fue así. Y llegué a casa sin mayores complicaciones.

Ha sido un año difícil que está a punto de terminar, hemos tenido muchas pérdidas, en toda la expresión de la palabra. Sin embargo, lo mejor que podemos hacer es disfrutar de esa cena especial en Noche Buena y pasar el rato con nuestra familia, a quien, aunque hemos visto mucho por estar en encierro en la misma casa, tal vez podamos idear algo diferente.

¡Les deseo excelentes fiestas y que consigan tener unos momentos de paz, porque los merecemos!

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