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Trabajo no remunerado: ¿qué valor le das a los quehaceres?

En estos días tan fríos lo que más ronda mi mente es no tener que meter las manos al agua para lavar trastes o ropa, o para trapear la casa. Entonces me quedo de pie en medio de la sala pensando en todo el tiempo que podría ocupar en mí misma, en lugar de estar limpiando y ordenando todo. O en el dinero que ganaría si no fuera presa del trabajo no remunerado.

Y mientras todos estos pensamientos pasaban por mi mente me topé con la “Cuenta satélite del trabajo no remunerado de los hogares de México, 2019”, del Inegi, que en ese año representó una participación equivalente al 22.8% del Producto Interno Bruto (PIB) nacional, es decir, 24 millones 443 mil 14 pesos.

En 2019, las mujeres invirtieron 33.6 horas al trabajo remunerado, y 64.0 horas al trabajo no remunerado.

Como parte de una familia que en su mayoría está formada por mujeres, las labores domésticas y de cuidado se nos ha enseñado por nuestras madres y tías desde que éramos pequeñas. Y con el tiempo el núcleo familiar al que pertenezco cambió un poco esto.

De acuerdo con el estudio, la mayor parte de la población en México es femenina, con 53.2%, mientras que la masculina es de 46.8%. En cuanto a las horas que se le dedica al trabajo no remunerado doméstico y de cuidados, los hombres le dedican 25.2% de su tiempo, mientras que las mujeres 74.8% del nuestro.

Algo en lo que siempre pienso es uno de los recuerdos más felices y significativos de mi infancia. Cuando mi mamá planchaba solía pedirme, como hija mayor, que le ayudara. Y así mientras yo mojaba la ropa con el aspersor, ella le pasaba la plancha y luego yo la colgaba en ganchos, esto mientras cantábamos. Pero haciendo retrospección no recuerdo que le dedicara el mismo tiempo a enseñarle a mi hermano a hacer las tareas de la casa, algo que él terminó aprendiendo solo en su mayoría.

También, en algún momento de mi adolescencia, cuando mis primas empezaban a llevar a sus novios a las fiestas familiares, era usual que mi tía se escandalizara si ellas terminaban sentándose a su lado para disfrutar del momento, y les decía por lo bajito algo como: “anda, ve a servirle algo”.

Sin embargo, ese tipo de comentarios no eran iguales cuando se trataba de mis primos llevando a sus novias. Cuando pasaba esto, mis tías las arrastraban a la cocina para que las ayudaran a servir… a los hombres.

El trabajo no remunerado, como lo menciona el Inegi, se divide en tres: las labores domésticas y de cuidados, la producción de bienes de autoconsumo y las labores realizadas por niños y niñas entre 5 y 11 años, siendo mayor en cuanto a valor económico el primero con 93.6%, el segundo con 5.5% y el tercero con 0.9%.

Un dato que no había contemplado hasta que no vi este documento fue que el trabajo no remunerado, aquellas acciones de limpieza, hacer la comida o cuidar de infantes y personas adultas mayores o enfermas se cuentan también como parte del crecimiento del país. Entonces, ¿por qué en la cultura sigue siendo algo tan insignificante y, por ende, propio sobre todo de nosotras las mujeres?

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