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A 72 años del nacimiento de Rascón Banda, su dramaturgia sigue siendo un eco social

Víctor Hugo Rascón Banda, icónico dramaturgo chihuahuense, se veía a sí mismo como un infiel del teatro, alguien que se movía más por las causas sociales y que, por lo tanto, le era imposible escribir obras en tono de comedia o románticas con finales felices.

El dramaturgo cabalgó por el mundo blandiendo primero que nada la bandera de maestro normalista y abogado. Sin embargo, el teatro era el escape de sus emociones, de aquellas injusticias y situaciones de violencia de las cuales vivió rodeado desde pequeño.

Si quieres saber las actividades virtuales que habrá este año en su memoria, consulta el programa aquí.

Nació en el pueblo minero de Uruachi, Chihuahua, un 6 de agosto de 1948, hijo de Epigmenio Rascón, ministerio público; y Rafaela Banda, oficinista. Y creció ahí mismo, entre delincuentes y asesinos, ya que su abuelo materno era juez, su abuelo paterno presidente municipal y su hogar la casa donde se repartía la justicia.

En una entrevista que dio a la UANL, mencionó que estos delincuentes eran juzgados en ese lugar, para luego ser enviados a las Islas Marías o a Chihuahua capital.

El desarrollarse entre las vivencias de marginales y desdichados, y por su propia naturaleza, Víctor Hugo Rascón Banda fue desde siempre alguien muy sensible a todo lo que lo rodeaba.

Con un nombre que lo había marcado y una complexión más débil que la esperada para un niño de la época, su madre y su abuelo decidieron que debía aprender a escribir desde pequeño, marcando su camino por el mundo aún antes de que él mismo se diera cuenta.

Al salir de su refugio de infancia, estudió en la Escuela Normal de Chihuahua, “cuna de guerrilleros” como él mismo la llamó, donde fue formado en la sensibilidad social, para luego ser profesor rural.

Siempre fue de un modo u otro consciente de la desigualdad existente a su alrededor. Empapándose de las experiencias de las personas, especialmente cuando se decidió a estudiar Derecho, de donde al final recibió un doctorado.

Todo este entorno del cual no podía despegar la mirada lo hizo abrazar la dramaturgia como un escape de todos aquellos sentimientos que se desbordaban al leer noticias de injusticias o vivirlas en carne propia debido a su profesión.

Discípulo de Vicente Leñero y Hugo Argüelles, no se vio a sí mismo como un escritor completo, profesional, sino más como un amante infiel que sólo iba a los brazos de las letras de noche o en sus momentos de descanso, pues sus horas importantes las dedicaba a la enseñanza o a la abogacía.

Él no vivía del teatro, sino para él, no obstante, admiraba a aquellas personas que se atrevían a tomar la escritura con una disciplina férrea, con toda la confianza de que al final serían las letras las que los mantendrían a flote económicamente. Su sentir hacia el teatro era de conflicto, entre el miedo y el mucho amor que le profesaba.

Su manera de escribir no consistía en un ritual tomado por muchos y muchas escritoras, quienes establecen horarios, condiciones, metas. No, Víctor Hugo Rascón Banda tomaba toda la preocupación o indignación que le causaba alguna noticia y plasmaba en su característica redacción durante descansos, en servilletas o pedazos de papel.

Y de las puestas en escena él opinaba que el teatro es un país sin muchas fronteras, pues mientras el autor propone, el director dispone y es al final quien, en compañía de actores y actrices, da vida a las letras muertas escritas en papel.

El escritor falleció tras perder la lucha contra la leucemia, un 31 de julio de 2008. Tras intentar visibilizar los fallos políticos y sociales de nuestra sociedad fronteriza.

Fue así como Víctor Hugo Rascón Banda se volvió el dramaturgo de la crítica social, la voz de quienes se olvidan o se apagan, de la sociedad de finales del siglo XX. No volteaba la mirada, al contrario, ponía fija la vista en los problemas sociales y los exponía así, como eran.

Víctor Hugo Rascón Banda, la voz de los marginales

El dramaturgo chihuahuense dejó un legado de media centena de obras , entre ellas guiones de películas. Pero la huella más importante fue esa necesidad de no dejar en el olvido las voces de quienes podrían parecer insignificantes. ¿Cuál es la obra que más te gusta?

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