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¿Aún no es tarde para aprender sobre inclusión de personas con discapacidad?

Antes que nada, si estás viendo “The Good doctor” intentaré no dar spoilers para que puedas leer con tranquilidad. Y si no la has visto, esta serie habla sobre Shaun Murphy, un cirujano con autismo, que empieza su residencia en un hospital, lejos de un ambiente más controlado como la escuela.

Sin llegar aún a la temporada en la que van actualmente, puedo decir que esta serie, aunque se trate de una actuación, ha empezado a cambiar algo en mí que creí imposible: el miedo a la inclusión de personas con discapacidad.

La discapacidad en alguna de sus formas no es ajena en mi familia, sin embargo, tampoco he tenido tanto acercamiento. Y como millennial, la educación que tuve con respecto del trato hacia las personas, no solo con discapacidad, sino diferentes, se basaba en tres instrucciones: “no señales”, “no veas”, “no preguntes”.

La invisibilización de las personas con discapacidad era lo más normal cuando era más joven, tanto que no tuve alguna compañera o compañero en la escuela hasta que estuve en la secundaria y me topé en el mismo grupo con un adolescente con deficiencia auditiva.

Al principio era difícil convivir con un chico sin que aquellas tres instrucciones no dieran vueltas y vueltas en mi cabeza: “no señales”, “no veas”, “no preguntes”. Pero cuando se es joven hay tantas y tantas preguntas, sin mencionar todo lo que podemos ver.

Con el paso de los días, ver a mi compañero se volvió tan común que aquellas instrucciones desaparecieron y pronto era un chico más, con sus gustos, su comportamiento, sus cuadernos todos forrados de anime y sus juegos con otros muchachos, porque ya era parte del entorno.

Sin embargo, ese único compañero en la secundaria no cambió el hecho de que aún no sabía cómo comportarme, si sentirme de esta o aquella manera era correcto, la manera de ver y las preguntas que siempre se agolpan, pero te acostumbras a callar.

En la serie de “The Good Doctor”, cada episodio gira en torno a cómo ve, vive e intenta interpretar cada situación el médico Shaun Murphy, quien tiene autismo.

Debo admitir que en un comienzo me molestaba un poco verlo: él hacía demasiadas preguntas, conjeturas apresuradas, parecía no tener tacto y se notaba grosero al no dar la mano, dar las gracias o saludar en ciertas ocasiones. Y yo no era la única, sus compañeros y compañeras en la serie parecían sentir lo mismo que yo.

Pero al continuar viéndola el entorno de Shaun Murphy se volvió más común, una vez que esas barreras de “lo que debe ser” fueron destruidas, se dio paso a todo “lo que puede ser” si tenemos paciencia y comprensión. Porque no era sólo el aprendizaje del joven autista, sino de todas las personas que lo rodeaban.

Y a veces la fórmula parece tan sencilla: todas somos personas. Con cuerpos diferentes, mentes diferentes, visiones y misiones distintas. Pero también es ineludible que el miedo y la incertidumbre se harán presentes, y que en algunos casos se convertirán en odio y repulsión.

La inclusión de las personas con discapacidad es importante. Tomarnos un momento para enseñar y para aprender nos regresará humanidad y civilidad. Ver una serie como “The Good Doctor” nos enseñará que la vida está llena de batallas en cada una de nosotras, difíciles, pero no imposibles.

De acuerdo con el censo de Inegi de 2010, en aquel momento 6 de cada 100 personas en el estado de Chihuahua, es decir, 186 mil 753, presentaban alguna discapacidad. Mientras que el promedio nacional es cinco de cada 100.

De estas discapacidades, cuatro se enlistaron como las más comunes: para caminar o moverse, con un 59.8%; ver, 27.2%; oír, 11.1%; y hablar o comunicarse, 8.5%.

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