Esta semana, en una diálogo filosófico de oficina, de aquellos que tratan de resolver los problemas sustanciales de los orígenes del universo o, en su defecto, de la mejora continua de los espacios de trabajo, surgió el tema del comportamiento de las personas cuando ingresa una compañera nueva en el trabajo.
Ésta fue una gran pregunta, especialmente para un grupo laboral donde la mayoría de las personas son mujeres. Y aunque al mismo tiempo pareciera una cuestión banal, tiene una gran trascendencia.
Te explico el motor principal de la pregunta: Resulta que haciendo algunas observaciones particulares de hombres en diversos espacios de trabajo, ya fuera por experiencia personal, o referencias de algunas personas más que nos platicaron vivencias propias, descubrimos que parece existir una regularidad en el comportamiento del personal masculino cuando una persona nueva ingresa a trabajar.
Ejemplos de territorios primarios son la propia casa, el dormitorio, la oficina o el despacho. Son una extensión del self, de la autoidentidad y la autoestima.
Sergi Valera
Este comportamiento lo podemos describir como un reinicio de sus pulsiones físicas elementales que los hace competir por la supervivencia, lo que en palabras más coloquiales definíamos como “les-sale-lo-chango”. A partir de este pensamiento inicial reflexionábamos a qué se debería este resurgir de las necesidades primarias animales de las personas.
En esto recuerdo las primeras clases de antropología filosófica que tomé en la universidad y en mi maestría. Los espacios sociales en los que basamos nuestra civilización, tanto físicos como institucionales, suponen perniciosamente que todas las personas son racionales por naturaleza.
Esta presunción es precisamente una de las más grandes críticas que los filósofos tienen a la modernidad: el animal humano es parte del reino de la naturaleza, y no un proceso mecánico de racionalidad. No obstante, tanto las dinámicas laborales, como los espacios físicos, los puestos de trabajo y las dinámica de contratación e inclusión, consideran que las personas que viven en el microhábitat de una oficina reaccionarán como seres racionales y calculadores que inmediatamente reconocerán los patrones y razonamientos de sus superiores.
Resulta ser que, cuando una persona llega a un espacio laboral nuevo, esta arriba con un gran nivel de estrés por el proceso de adaptación que debe enfrentar: socializar y lograr la inclusión inmediata del nuevo grupo. Pero, no es sólo la persona nueva la que se encuentra en esa situación: el grupo mismo se halla ante el riesgo de un agente externo que ahora peleará por obtener una parte de los materiales existentes, generando con ello un mayor consumo energético.
La primera acción del animal humano es conseguir la supervivencia y por consiguiente buscará asegurar su territorio. El aseguramiento del territorio interespecie puede darse de muchas maneras, pero que solo maneja un tipo de emoción: la agresión como un medio de defensa.
El territorio en todos los animales, incluidos los seres humanos, tiene una función muy importante: genera confianza y auxilia para regular la organización social y la supervivencia (desde la perpetuación de la especie hasta la distribución de los recursos).
Pues bien, según la psicología ambiental, el territorio puede clasificarse en tres tipos: primario, secundario y públicos. Los públicos son aquellos de uso común donde rara vez los individuos tienen una ocupación temporal: la calle, una plaza, la playa. Los secundarios son aquellos espacios que no son tan significativos para la persona, que puede ocuparlo habitualmente pero no necesariamente tener un control sobre ellos, como por ejemplo tu lugar favorito en el café o restaurante que frecuentas, o aquella taza particular muy padre que te gusta, pero que si alguien la usa primero no causará problema alguno. Y finalmente los primarios, son aquellos que son una expresión del yo de la persona, ejemplos de ellos son tu casa, tu cuarto y, sí, tu oficina.
Si bien el espacio laboral pareciera un lugar público o en dado caso secundario para una persona, el tiempo, dedicación y esfuerzo que ésta pone, configuran al centro de trabajo como un lugar definitorio de la personalidad y por consiguiente un territorio primario que, de no manejarse correctamente, generará tensiones y disparará inmediatamente las pulsiones animales evolutivas de las personas.
Cuando llega una persona nueva a un grupo de territorio primario, como la oficina o el hogar, las otras personas pueden considerar esta entrada al espacio como: infracción, violación o contaminación. Lo que detonará inmediatamente una respuesta de defensa. En los animales generalmente estas respuestas son predecibles y básicas determinadas por la agresión a agentes externos.
En el caso de las personas, las respuestas son impredecibles y a la vez simbólicas, aunque con la misma finalidad: ejercer control sobre el infractor. El control que es una forma de poder puede darse por medio de la agresión a la otra persona, limitación física del espacio, expulsión o sometimiento a roles y estatus.
Al llegar a la oficina, y observar alrededor a las personas, puedes ver cada uno de estos comportamientos, especialmente cuando arriba alguien de nuevo ingreso. Puede disfrazarse de hospitalidad desmesurada (porque el exceso de atenciones es una forma de medir los pasos de la otra persona), el silencio y la indiferencia como barrera, o inclusive la agresión física, verbal o sexual.
Esta última, la sexual, es la más normalizada en las sociedades e instituciones contaminadas con el machismo y es por consiguiente la que se verá con más frecuencia como defensa del territorio en las oficinas.
Samuel Ramos, un filósofo mexicano, al describir el comportamiento de los “pelados”, desvela que el albur es sólo una expresión del sentimiento de inferioridad de una persona que se siente desgraciada o carente de sentido.
Recordar todo esto me llevó a reflexionar mis propias acciones y pensar en aquellos momentos que he presenciado estas formas de actuar, y las posibles maneras en que podrían modificarse para bien. Pero creo que eso lo dejaré para un nuevo encuentro contigo en estas páginas.
Igual, si deseas conocer más sobre psicología ambiental te recomiendo la lectura del texto en línea Psicología ambiental, elementos básicos de Sergi Valera de la Universitat de Barcelona.
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