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¿Te cohíbe tu cuerpo o ya te amas como eres?

Hace unos días estaba revisando la página de inicio de mi Facebook, sólo tratando de relajarme, cuando me topé con una publicación de una página llamada STOP Gordofobia, en la cual hablaban de un testimonio sobre una mujer que estaba emparejada con un hombre gordo.

En resumen, la mujer expresaba la tristeza que le daba la inseguridad de su pareja, la cual era tan profunda que habían tenido que trabajar durante meses para que él le permitiera tocar su panza en un acto que es inherente de una relación amorosa.

Leyendo y recordando a las personas de las cuales me he rodeado en algún momento, me llegaron a la mente recuerdos de varios instantes en los cuales estas personas o yo misma mostré esta cohibición, que en muchas ocasiones se convirtió en vergüenza y hasta en cierto arrepentimiento.

Acostumbradas como estamos a ver cuerpos que parecen perfectos, una línea, un trozo de piel flácido o abultado de más se vuelven a veces los enemigos más temibles y los pecados más insostenibles.

Hace cuatro años decidí empezar a bailar, tener una conexión con mi cuerpo y la música, más allá del doloroso reflejo que sólo me recodaban los comentarios sobre lo indeseable que se vuelve un cuerpo gordo… y fue la mejor decisión de mi vida.

No, no adelgacé. Pero empecé a amarme y a verme diferente, comencé a tener consciencia de cada articulación, de cada músculo y de la felicidad que me causa moverme con la música. Ese fue el cambio más hermoso de todos.

Pero antes de acercarme a esa plenitud, que aún no alcanzo, hubo muchos momentos que intentaron tumbarme una y otra vez, y todos tenían que ver con mi cuerpo gordo. Uno de ellos era el contacto físico con otro bailarín.

Si has visto cómo se baila la bachata o la salsa, pero sobre todo la primera, sabrás que al momento de bailar es inevitable que las manos de quien guía pasen por partes del cuerpo que normalmente no permites que toquen: panza, caderas y brazos.

¿Has corrido despavorida al sentir las manos en una parte de tu cuerpo con la cual no te sientes segura? Sé que nos pasa a la mayoría de nosotras, y no por algún tema de acoso, sino por algo que brota de las viejas heridas hechas por comentarios de gente que sólo señalaba nuestro físico.

Pues cada vez que la mano aterrizaba sobre mi abdomen abultado o mi brazo flácido pensaba: “perdón”. Pero no para mí, sino para quién me tocaba. ¿Perdón por qué?, ¿por existir, por hacer lo que nos gusta, por permitir que su mano toque un cuerpo poco aceptado?

Esas pequeñas luchas que parecerían insignificantes y hasta ridículas pueden representar toda una guerra en lo personal. Aceptarnos como somos, amarnos y atrevernos a hacer lo que nos gusta sin ser el modelo aceptado, ya sea porque no cabemos o porque tenemos mucha edad, para ser felices, debería ser una de las metas primordiales de la vida.

¿Y tú cómo sientes cuando te tocan?

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