La situación de violencia de género que viven las comunidades y pueblos indígenas es muy diferente y depende del lugar donde viven. No es lo mismo lo que sucede en ciudades grandes a lo que pasa en pueblos y rancherías alejadas de la civilización, por lo tanto la prevención aún es tema difícil de tocar.
La activista Margarita Enríquez Campos, indicó que hablar de violencia de género entre las mujeres indígenas, o en general con las comunidades, es una situación que no se sobrelleva fácil, pues hay un estado normalizado del maltrato físico, sexual, sicológico y económico, y un deficiente acercamiento a la justicia.
“En la sierra, la violencia es vista más natural”. –Margarita Enríquez, activista.
La violencia en contra de las mujeres, en todas sus edades de desarrollo, es parte de una cultura muy arraigada, y cuyos cambios, aunque sí existen, van lentos. Sin embargo, al hablar de este tema no se puede generalizar la situación que se vive en la sierra a aquella que transcurre en las grandes ciudades.
El acercamiento y apoyo a las mujeres indígenas maltratadas ha sido más posible en las ciudades, a tal grado que ellas están en plena consciencia de que tienen derecho a una interrupción legal del embarazo en caso de violación.
En cambio, en la sierra, alejadas de toda autoridad y empujadas en ocasiones por la misma familia, aceptar la violencia y rendirse ante ella no es opcional. Está normalizado el modo en que se ve o se viven este tipo de experiencias.
Margarita Enríquez, también hizo énfasis en que a pesar de todo sí hay municipios en los cuales la denuncia por violencia de género ha tenido cierto avance, como por ejemplo Bocoyna, donde las mujeres indígenas se cuidan entre ellas y saben denunciar. Caso diferente a Batopilas, por ejemplo.
Las redes de apoyo que las mujeres indígenas pueden crear para ayudarse unas a otras es al final el modo más seguro de salir de una situación de violencia de género, es entre ellas que deben protegerse. Sobre todo en un sistema donde en muchas ocasiones, en situaciones de violencia, le hacen más caso a los usos y costumbres, pero la violencia no tiene perdón, aseveró.
El territorio, el aislamiento, la cultura, la falta de apoyos, el narcotráfico, todo influye en negativo para que las mujeres indígenas puedan tener un acceso a la justicia eficaz, y un alejamiento a una vida de violaciones en contra de su integridad. Por lo que hablar de una atención a la violencia de género, sobre todo en tiempos de SARS-CoV-2, se vuelve complicado.
Cabe destacar que en general la violencia familiar ha hecho una escalada durante esta temporada de cuarentena por la pandemia de Covid-19, ya sea en la población mestiza o indígena.
Ana Cecilia Arteaga Bort, encargada de la Comisión de Género, del Consejo Estatal de los Pueblos Indígenas (Coepi), mencionó que en el municipio de Chihuahua, del 22 de marzo al 8 de abril de 2019, se registraron 172 llamadas de auxilio por violencia familiar; mientras que en 2020 escaló el número hasta 807.
Por su parte, en el municipio de Juárez, las llamadas de auxilio por violencia familiar, en el mismo periodo de 2019, fueron de 60; mientras que en el año 2020 se han registrado mil 408.
Falta de adolescencia en mujeres indígenas
La licenciada Érika González, facilitadora comunitaria del Departamento de Cohesión Social, de la Secretaría de Desarrollo Social, mencionó que una situación primordial en las comunidades y pueblos indígenas es la inexistencia de la etapa de la adolescencia.
Niños y niñas indígenas pasan de esta etapa a ir directamente a la adultez, dejando un hueco que puede desencadenar no sólo una vida de violencia, sino también apegada a vicios, por la falta de criterio que no se desarrolla durante la adolescencia.
Es por eso que en su departamento buscan que el pueblo rarámuri sepa la importancia de vivir una adolescencia y juventud plenas, para romper ese tipo de cadenas que aún se mantienen en las comunidades.
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