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Evo Morales, una caída que empezó en 2016

La situación política de Bolivia fue tensionándose a partir de una cuarta reelección no bien vista y el hartazgo que las personas demostraron al salir a las calles a manifestarse, aunque siempre existió la contraparte y un expresidente que no dejaba de tachar de golpe de Estado a cada movimiento que parecía en su contra.

El domingo 10 de noviembre de 2019, por la tarde en Bolivia, Evo Morales, presidente del país en ese momento, anunció su renuncia a una presidencia en la cual se mantuvo durante 13 años y 9 meses, pues la comenzó el 22 de enero de 2006, y ahora iba por su cuarta reelección.

De acuerdo con el expresidente, su decisión se basó en dejar de perjudicar a la gente, que se veía afectada con las manifestaciones de la oposición desde el 21 de octubre de 2019, las cuales terminaban en enfrentamientos contra la policía, incendios, saqueos y que derivó en tres muertes, por lo que su obligación, mencionó, era buscar la pacificación.

“Mi pecado es ser indígena, cocalero, dirigente sindical”. –Evo Morales.

Sin embargo, esta no era una situación que había comenzado en octubre, sino en 2016 cuando se realizó un referéndum sobre la posibilidad de modificar la Constitución para una cuarta reelección de Evo Morales, para la cual el 51.3% de la gente dijo que “no”, mientras el 48.7% votó con un “sí”.

Pero este referéndum no fue tomado en cuenta, pues las votaciones para elegir al nuevo presidente de Bolivia, el 20 de octubre de 2019, tenía entre sus filas a Evo Morales en contra de Carlos Mesa, su contrincante más cercano.

El conteo preliminar el 21 de octubre le daba una victoria absoluta a Evo Morales, situación que aumentó al día siguiente, lo cual desató paros indefinidos, bloqueos y marchas por parte de organizaciones ciudadanas, y los cuales se convirtieron en enfrentamientos, disturbios, represión policial y gente herida. En contraparte, mineros, indígenas, trabajadores y trabajadoras salieron a apoyar a Morales acusando a quienes decían que las elecciones eran un fraude de racistas y discriminadoras.

Ante la situación de desacuerdo en la comunidad, la Organización de los Estados Americanos (OEA) fue solicitada el 23 de octubre por Gobierno para un recuento de votos ante la sospecha de fraude, lo cual fue catalogado como “golpe de Estado” por parte de Evo Morales, quien el 25 de octubre fue declarado ganador al terminar el conteo con una diferencia de 10.55% ante Carlos Mesa. La Unión Europea (UE) y Estados Unidos recomendaron una nueva votación para esclarecer el camino que se había tomado.

Los disturbios continuaron casi a diario, hasta que el 30 de octubre de 2019 recrudecieron al cobrar la vida a consecuencia de una herida de bala de dos hombres. Tanto Carlos Mesa como el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García Linera, se culparon entre sí por la agudización de los conflictos. Fue entonces que el 31 de octubre la OEA inició con la auditoría sobre el recuento de votos.

No obstante, las manifestaciones continuaban y para el 06 de noviembre se dio una nueva muerte, por lo que Fernando Camacho, un opositor ultracatólico, y quien tenía renombre entre las protestas, intentó darle una carta de renuncia a Evo Morales. Pero el Gobierno no se daba por vencido y comenzaba a pensar en una operación militar en contra de las personas opositoras.

Para el 09 de noviembre, Evo Morales pidió al fin un diálogo con la oposición, pero le fue negado. Además, el Ejército indicó que por su parte no se enfrentarían en contra del pueblo boliviano y exigieron una solución política.

Ese mismo día, Carlos Mesa publicó en su cuenta de Twitter (@carlosdmesag) un video acusando a Evo Morales de insistir en una gran mentira, por lo que no se podía catalogar la situación como un golpe de Estado, sino como un pueblo defendiendo su país.

El informe parcial de la OEA sobre la auditoría fue presentado el domingo 10 de noviembre, donde indicó que no se siguieron los procedimientos adecuados y se vieron graves irregularidades, por lo que recomendó una repetición de la primera ronda de los comicios electorales, en los cuales Morales había obtenido el 47.08%, mientras Carlos Mesa logró el 36.51%. Por su parte la Central Obrera Boliviana, la Policía y el Ejército pidieron la renuncia del exmandatario, quien dimitió unas horas después al poder.

A pesar de la noticia, esa misma noche aumentaron las tensiones en las calles de Bolivia con incendios y saqueos. Inclusive hay videos que circulan en redes donde se ve a gente dentro de la vivienda del exmandatario, la cual robaron y grafitearon.

Ante la duda de quién tomará el control del país mientras llaman a nuevas elecciones, las cuales deben ser en un plazo máximo de 90 días, la Constitución boliviana indica que la primera persona en la lista debería ser el vicepresidente Álvaro García Linera, sin embargo, él renunció. Quienes seguían eran la presidenta del Senado, Adriana Salvatierra, o, en su defecto, el presidente de la Cámara de Diputados, Víctor Borda, pero también renunciaron a sus puestos, por lo que la pregunta se queda en el aire.

Evo Morales, asilado en México

Ante la situación, México ofreció asilo político por razones humanitarias a Evo Morales, lo cual aceptó el 11 de noviembre por la noche y anunció en su cuenta de Twitter (@evoespueblo) que se iría, aunque le dolía abandonar su país, pero prometiendo que volvería con “más fuerza y energía”.

Para entonces Marcelo Ebrard, secretario de Relaciones Exteriores de México, había anunciado que se le había concedido el asilo a Morales, y esto fue respaldado por la Junta de Coordinación Política de México, de acuerdo con un tuit de Ricardo Monreal (@RicardoMonrealA), presidente de esta instancia pública.

El 12 de noviembre de 2019, Ebrard recibió a Evo Morales en el hangar de la Secretaría de la Defensa Nacional.

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