Hace dos días leí en Twitter una noticia de Animal Político que me impactó con dolor y escalofríos. Lydia Cacho había sido de nuevo víctima de violencia de género por su labor de periodista. Cabe a destacar que su investigación en contra de agresores prófugos de la justicia la llevó a un precipicio, y a pesar de sus consecuencias, busca siempre encontrar un fin a la corrupción, la violencia, la incertidumbre de conocer la otra cara de la moneda oculta en una red de tráfico sexual de niños y pornografía infantil. Por lo que para mí, es un trabajo admirable, del cual prefiero seguir su ejemplo y no callar por medio de las censuras en el mundo del periodismo.
Al entrar en el mundo del periodismo mi principal enemigo y mayor miedo siempre ha sido la censura, que a pesar de ser protegidas por la Ley General de Transparencia y Acceso a la Información Pública, sigue incidiendo, por lo que me lleva a preguntarme: ¿De qué nos sirve a periodistas informar por los medios de comunicación si tendremos censura? La gente seguiría engañada, cegada y apegada a un fin lucrativo que se aprovecha de su ignorancia.
Lydia tiene clara su labor de recontar historias humanas para comprender mejor el mundo que nos rodea, por lo que alzó la voz para acabar la historia que atenta contra la vida de las niñas y niños víctimas de redes de tráfico sexual, pornografía infantil, explotación laboral, entre otros actos ilegales estipulados por instituciones como el Sistema Nacional de Protección Integral de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna). Pero, ¿qué le pasó por levantar la voz por todos esos menores?
Lydia Cacho ha mostrado su fortaleza en tuits, como en el que le agradece a Marcela Zendejas comentando: “Gracias querida Marce, nos quieren alimentar de miedo para que mastiquemos esa rabia que exige guerra. Nosotras construimos la paz y la justicia con solidaridad y congruencia. #AquíNadieSeRinde #NoMásPederastas”.
En 2005 fue acusada por presunta difamación y calumnia en contra del ex gobernador de Puebla, Mario Marín, de Miguel Ángel Yunes y el empresario José Kamel Nacif, por lo escrito en su libro “Los demonios del Edén”, donde son mencionados. Además en el texto explica los problemas de una red de prostitución infantil en Quintana Roo, por lo que fue detenida arbitrariamente por agentes particulares de Kamel Nacif y policías judiciales de Puebla y Quintana Roo, quienes nunca mostraron una orden de aprehensión y abusaron de su poder debido a que en su traslado en el cual, según una declaración de la periodista, fue agredida señalando delitos de tortura, tentativa de violación, intimidación, abuso de poder y detención arbitraria.
Después de 14 años de su detención, el 10 de enero de 2019, se realizó una disculpa pública a Lydia Cacho emitida por el Estado mexicano, además de que el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidad pidió despenalización y compensación por delitos de difamación y calumnia. Asimismo, hacer una investigación para procesar y castigar a las personas responsables.
Me pareció que ésta historia de torturas, delitos e injusticias había llegado al final de su camino, pues se dieron algunas capturas menores como un policía que torturó a la periodista, aunque Mario Marín se mantuviera prófugo. No obstante, Lydia aseguró en Twitter el 19 de junio de 2019 que le informó una fuente de la Agencia de Investigación Criminal de su localización, dado que se encuentra en México, por lo que acusa al titular de la Fiscalía General de la República de no tener interés de la detención del exgobernador.
Sin embargo, todo estaba bien hasta que el domingo 21 de julio dos personas interrumpieron su hogar en el que cortaron los cables de las cámaras de seguridad y alarmas, además de que robaron 10 discos duros donde se encontraban varios documentos periodísticos sobre su investigación que menciona que son “altamente sensibles”, incluyendo una grabadora de audio, 3 cámaras fotográficas, varias tarjetas de memoria y una computadora portátil, de los cuales tiene más respaldos.
Lo que me pareció más alarmante fue la crueldad con la que mataron a su rottweiler encargada de cuidar la casa y envenenaron a su otro canino. Además, denunció que los responsables del atraco cometieron actos de violencia de género dentro de su habitación con la intención de intimidarla, advirtiéndole de que están sobre ella debido a que se encuentran aún libres, por lo que tuvo que optar por escoltas.
A pesar de órdenes de aprehensión y protección particular, agresores no dejaron de intimidarla
Estoy de acuerdo que el trabajo periodístico produce temor en cuestión de temas fuertes, sin embargo, pese a intentar evitarlos, llegan a nosotros como fue el caso de Lydia, en el que desde que supe de su caso ha sido de mi interés documentar de otros que fueron sellados con una cinta de censura en investigaciones de corrupción, política o crimen, principales temas abordados en el periodismo, especialmente de quienes han desaparecido o han sido víctimas de homicidios o feminicidios.
En resultado de mi intriga por conocer más de esto, durante la realización de un proyecto de investigación, me saltó la idea de buscar casos de feminicidios de periodistas en México y encontré más de 117 fuentes de información con temas de referencia, en un inicio me pareció de película encontrar casos atroces de un rubro de violencia en el que la mujer fue su principal objetivo en el periodismo, por ende, después me inspiró a fortalecer la idea de orgullo del mundo del periodismo, especialmente porque Lydia Cacho, Aristegui, Miroslava Breach, entre otras, han invertido su tiempo en investigaciones de muestran su labor a las generaciones de periodistas como yo.
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